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Mis amados hermanos: Hoy quisiera hablar sobre uno de los dones más importantes que se han dado al mundo en tiempos modernos. El don en el que estoy pensando es mas importante que las invenciones que han surgido de la revolución industrial y tecnologica. Este es un don de mayor valor aún para el género humano que los muchos adelantos maravillosos que hemos visto en la medicina moderna. Es de mayor valor para el género humano que la evolución de los vuelos y viajes espaciales. Hablo del don del Libro de Mormón, entregado al género humano hace ya ciento cincuenta y seis años. (Resaltado de énfasis, agregado por el autor de este Blog).

Este don fue preparado por la mano del Señor durante un período de más de mil años, luego escondido por El para preservarlo en su pureza para nuestra generación. Quizá no haya nada que testfique más claramente de la importancia de este libro moderno de Escrituras que lo que el Señor mismo ha dicho sobre él.

Por su propia boca ha dado testimonio de que (1): es verdadero (D. y C. 17:6); (2) contiene la verdad y sus palabras (D. y C. 19:26); (3) se tradujo por el poder del cielo (D. y C. 20:8); (4) contiene la plenitud el evangelio de Jesucristo (D. y C. 20:9D y C 42:12); (5) fue dado por inspiración y confirmado por el ministerio de ángelos D. y C. 20:10); (6) da evidencia de que las Escrituras sagradas son verdaderas (D. y C. 20:11); y (7) aquellos que lo reciban con fe recibirán la vida eterna (D. y C. 20:14).

Un poderoso segundo testimonio de la importancia del Libro de Mormon es el darse cuenta del momento en que el Señor permitió que se publicara, dentro del cuadro cronológico de la Restauración. Lo único que le precedió fue la Primera Visión. En esa manifestación maravillosa, el profeta José Smith entendió la verdadera naturaleza de Dios y que Dios tenía una obra que encomendarle. La aparición del Libro de Mormón fue lo que le siguió.

Pensad en eso y en lo que implica. La aparición del Libro de Mormón precedió a la restauración del sacerdocio. Se publicó unos pocos dias antes de que se organizara la Iglesia. A los santos se les dio el Libro de Mormón para que lo leyesen antes de que se les dieran las revelaciones que detallaban enseñanzas tales como los tres grados de gloria, el matrimonio celestial y la obra vicaria. Apareció antes de la organización de los quórumes del sacerdocio y de la Iglesia. ¿No nos dice esto algo sobre las consideraciones del Señor sobre esta sagrada obra?.

¿No nos dice esto algo sobre cómo considera el Señor con respecto a este libro, no debería sorprendernos que también nos dé advertencias solemnes sobre cómo recibirlo. Después de indicar que aquellos que reciban el Libro de Mormón con fe, obrando con rectitud, recibirán una corona de vida eterna (véase D. y C. 20:14), el Señor continúa con esta exhortación: “Mas para quenes endurezcan sus corazones en la incredulidad y lo rehacen, se tornára para su propia condenación” (D. y C. 20:15).

En 1829, el Señor advirtió a los santos que no deberían jugar con las cosas sagradas el Señor advirtió a los santos que no deberían jugar con las cosas sagradas (véase D. y C. 6:12). Ciertamente, el Libro de Mormón es sagrado, y sin embargo muchos juegan con él, o sea, lo toman a la ligera, sin darle mucha importancia.

En 1832, cuando algunos de los primeros misioneros regresaban de su campo de labor, el Señor les reprendió por tratar el Libro de Mormón a la ligera. Les dijo que, como resultado de esa actitud, sus mientes se habían ofuscado. El tratar este libro sagrado a la ligera no solamente les había dejado en tinieblas a ellos mismos, sino que tambiíen había traído condenación a toda la Iglesia, aun a los hijos de Sión. Y luego dijo el Señor: “Y permanecerán bajo esta condenación hasta que se arrepientan y recuerden el nuevo convenio, a saber, el Libro de Mormoñ (D. y C. 84:54-57).

¿Es razón para que hoy nos parezca el Libro de Mormón menos importante el hecho de que lo hayamos tenido por más de un siglo y medio? ¿Recordamos el nuevo convenio, a saber, el Libro de Mormón? En la Biblia tenemos el Antiguo y el Nuevo Testamento. La palabra testamento es el equivalente en inglés de una palabra griega que se puede traducir como convenio. ¿Es esto lo que quiso decir el Señor cuando le llamó al Libro de Mormón “el nuevo convenio”? Porque es en realidad otro testamento o testigo de Jesús. Esta es una de las razones por las que recientemente agregamos las palabras “Otro testamento de Jesucristo” al título del Libro de Mormón. (Énfasis agregado)

Si a los primeros Santos se les reprendió por tratar el Libro de Mormón a la ligera, ¿acaso estamos nosotros bajo una condenación menor si hacemos lo mismo hoy día? El Señor mismo da testimonio de que es de importancia eterna. ¿Puede un pequeño grupo de nosotros traer condenación a toda la Iglesia por jugar con cosas sagradas? ¿Qué diremos en el Día del Juicio, cuando nos enfrentemos a El y encontremos su mirada indagante, si nos contamos entre aquellos que han olvidado el nuevo convenio?

Existen tres grandes razones por las cuales los Santos de los Ultimos Días deberían hacer del estudio del Libro de Mormón un esfuerzo de toda la vida.

La primera es que el Libro de Mormón es la clave de nuestra religión. Así lo declaró el profeta José Smith. El testificó que “el Libro de Mormón era el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la clave de nuestra religión¨ (Enseñansas del profeta José Smith, pág. 233) La clave es la piedra central o angular de un arco. Sostiene a todas las demás en su lugar, y si se quita, el arco se derrumba.

Hay tres formas en que el Libro de Mormón es la clave de nuestra religión. Es la clave en el testimonio de Jesucristo. Es la clave de nuestra doctrina. Es la clave del testimonio.

El Libro de Mormón es la clave en nuestro testimonio de Jesucristo, quien a la vez es la clave de todo lo que hacemos. Con poder y claridad testifica de Su realidad. A diferencia de la Biblia, que pasó por generaciones de copistas, traductores y religiosos corruptos que manipularon indebidamente el texto, el Libro de Mormón vino de escritor a lector en un solo paso inspirado de traducción. Por lo tanto, su testimonio del Maestro es claro, puro y poderoso. Pero es más aún que sólo eso. La mayoría del mundo cristiano actual rechaza la divinidad del Salvador. Pone en tela de juicio su nacimiento milagroso, su vida perfecta y la realidad de su gloriosa resurrección. El Libro de Mormón enseña en términos claros e inequívocos la autenticidad de tales hechos. También proporciona la explicación. Verdaderamente, este libro divinamente inspirado es una clave que da testimonio al mundo de que Jesús es el Cristo (véase) la portada del Libro de Mormón.

El Libro de Mormón es también la clave de la doctrina de la resurrección. Como mensioné anteriormente, el Señor mismo ha declarado que el Libro de Mormón contiene “la plenitud del evangelio de Jesucristo” (D. y C. 20: 9). Eso no quiere decir que contiene todas las enseñanzas, no toda la doctrina jamás revelada. Más bien, quiere decir que en el Libro de Mormón encontraremos la plenitud de la doctrina que se requiere para nuestra salvación. Y se enseña clara y simplemente a fin de que aun los niños puedan aprender los senderos de salvación y exaltación. El Libro de Mormón ofrece tantas cosas que ensanchan nuestro conociemiento de la doctrina de salvación. Sin él, mucho de lo que se enseña en otras Escrituras no sería tan claro y precioso.

Finalmente, el Libro de Mormón es la clave del testimonio. Al igual que el arco se derrumba si se la quita la piedra angular, así también toda la Iglesia se sostiene, o cae, en base a la veracidad del Libro de Mormón. Los enemigos de la Iglesia entienden esto claramente, y ésa es la razón por la que luchan tan arduamente para tratar de desacreditar el Libro de Mormón, porque si puenden lograrlo, el profeta José Smith va incluido. Allí van también nuestra afirmación de que poseemos las llaves del sacerdocio, y la revelación y la restauración de la Iglesia. Pero igualmente, si el Libro de Mormón es verdadero–y millones ya han testificado que han recibido la confirmación del Espíritu de que es en realidad verdadero–debe uno aceptar las afirmaciones de la restauración y todo lo que le acompaña.

Si, mis amados hermanos, el Libro de Mormón es la clave de nuestra religión–la clave en el testimonio de nuestro Señor y Salvador.

La segunda gran razón por la que debemos hacer del Libro de Mormón el centro de nuestro estudio es porque fue escrito para nuestros días. Los Nefitas nunca tuvieron el libro, ni tampoco los lamanitas de la antigúedad. Fue escrito para nosotros. Mormón escribió cerca del fin de las civilización nefita. Bajo la inspiración de Dios, quien ve todas las cosas desde el principio, recopiló registros de siglos, escogiendo las historias, discursos y acontecimientos que más nos serían de provecho.

Todos los escritores principales del Libro de Mormón testificaron que escribían para generaciones futuras. Nefi dijo: “Dios el Señor me ha prometido que estas cosas que escribo serán guardadas, y preservadas y entregadas a los de mi posteridad, de generación en generación” (2 Nefi 25:21). Su hermano Jacob, quien lo sucedió, escribió palabras similares: “Porque [Nefi] dijo que la historia de su pueblo debería grabarse sobre sus otras planchas, y que yo debía conservar estas planchas y transmitirlas a mis posteridad, de generación en generación” Jacob 1:3Tanto Enós como Jarom indicaron que ellos tampoco estaban escribiendo para su propia gente, sino para generaciones futuras (véase Enos 1:15-16Jarom 1:2

Mormón mismo dijo: “Sí hablo a vosotros, un resto de las casa de Israel” Moroni 7:1 Y Moroni, el último de los inspirados autores, realmente vio nuestros días y época. “He aqui”, dijo, “el Señor me ha mostrado cosas grandes y maravillosas concernientes a lo que aparezcan estas cosas entre vosotros.

“He aqui, os hablo como si os hallaseis presentes, y sin embargo, no lo estáis. Pero he aquí Jesucristo me os ha mostrado, y conozco vuestras obras” (Mormon 8:35)

Si ellos vieron nuestros días, y eligieron aquellas cosas que serían de máximo valor para nosotros, ¿no es eso suficiente razón para estudiar el Libro de Mormón? Constantemente deberíamos preguntarnos: “¿Por qué inspiró el Señor a Mormón [o a Moroni o a Alma] para que incluyera esto en su registro? ¿Qué lección puedo aprender de esto que me ayude a vivir en esta época?”

Y hay ejemplo tras ejemplo de cómo contestar esta pregunta. Por ejemplo, en el Libro de Mormón encontramos un modelo para preparanos para la Segunda Venida. Un gran parte del Libro se centra en las pocas décadas antes de la venida de Cristo a América. Por medio de un estudio cuidadoso de ese período, podemos determinar por qué algunos fueron destruidos en los terribles juicios que precedieron su venida y qué indujo a otros a pararse ante el templo, en la tierra de la Abundancia, y meter sus manos en las heridas de las manos y los pies del Señor.

Del Libro de Mormón aprendemos cómo viven los discípulos de Cristo en tiempos de guerra. Por el Libro de Mormón vemos las iniquidades de las combinaciones secretas expuestas en una gráfica y fría realidad. En el Libro de Mormón encontramos lecciones para enfrentar la persecución y la apostasía. Aprendemos mucho sobre cómo hacer la obra misional. Y más que nada, en el Libro de Mormón vemos los peligros del materialismo y de poner nuestro corazón en las cosas del mundo. ¿Puede alguien dudar que este libro sea para nosotros y que en él encontremos gran poder, consuelo y protección?

La tercera razón por la cual el Libro de Mormón es de tanto valor para los Santos de los Ultimos Días se da en la misma declaración del profeta José Smith, citada anteriormente. Él dijo”Declaré a los hermanos que el Libro de Mormón era el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la clave de nuestra religión; y que el hombre se acercaría más a Dios por sequir sus preceptos que los de cualquier otro libro” (Enseñanzas del profeta José Smith), págs. 233’234). Esta es la tercera razón para estudiar el Libro de Mormón. Nos ayuda a acercarnos a Dios. ¿No existe algo muy profundo en nuestro corazón que añore acercarse más a Dios, ser más como El en nuestros quehaceres diarios, sentir su presencia constantemente? Si es así, el Libro de Mormón nos ayudará a lograrlo más que ningún otro libro.

No es sólo que el Libro de Mormón nos enseña la verdad, aunque en realidad así lo hace. No es sólo que el Libro de Mormón da testimonio de Cristo, aunque de hecho lo hace también. Sino hay algo más que eso. Hay un poder en el libro que empezará a fluir a vuestra vida en el momento en que empecéis a estudiarlo seriamente. Encontraréis mayor poder para resistir la tentación. Encontraréis el poder para manteneros en el camino angosto y estrecho. A las Escrituras se les llama “las palabras de vida” (véase D. y C. 84:85), y en ningún otro caso es eso más verdadero que en el del Libro de Mormón. Cuando empecéis a tener hambre y sed de estas palabras, encontraréis vida en mayor abundancia.

Nuestro amado hermano, el presidente Marion G. Romney, quien celebró sus 89 años el mes pasado y quien sabe por sí mismo del poder que contiene este libro, testificó sobre las bendiciones que pueden llegar a la vida de aquellos que lean y estudien el Libro de Mormón. Él dijo:

“seguro de que si los padres leen el Libro de Mormón en forma regular y con oración, solos y con sus hijos, el gran espíritu de este libro penetrará en sus hogares y morará [entre] ellos; el espíritu de revelación aumentará y el respeto y la consideración mutuos serán aún mayores, desvaneciéndose así el ánimo de contención; los padres aconsejarán a sus hijos con más amor y sabiduría, y los hijos serán más sensibles y sumisos al consejo de sus padres; la justicia aumentará; la fe, la esperanza y la caridad, que constituyen el amor puro de Cristo, engalanarán nuestro hogar, llevándonos paz, gozo y felicidad” (Liahona, jul. de 1980, pág. 109).

Esas promesas ” el aumento de amor y armonía en el hogar, un mayor respeto entre padres e hijos, mayor espiritualidad y rectitud” no son promesas vanas, sino es exactamente lo que el profeta José Smith quiso decir cuando declaró que el Libro de Mormón nos ayudará a acercarnos más a Dios.

Hermanos y hermanas, os imploro de todo corazón que consideréis con gran solemnidad la importancia del Libro de Mormón para vosotros personalmente y para la Iglesia colectivamente.

Hace más de diez años hice la siguiente declaración concerniente al Libro de Mormón:

“¿Habrá consecuencias eternas que dependan de nuestra reacción a este libro? Sí, ya sea para nuestra bendición o para nuestra condenación.

“Todo Santo de los Ultimos Días debería hacer del estudio de este libro el propósito de su vida. De otro modo está poniendo en peligro su alma, descuidando aquello que puede darle unidad espiritual e intelectual a toda su vida. Existe una gran diferencia entre un converso edificado en la roca de Cristo a través del Libro de Mormón, que permanece aferrado a esa barra de hierro que le sirve de constante guía, y otro que no lo está” (Liahona, ago. de 1975, pág. 45).

Reafirmo esas palabras a vosotros hoy. No permanezcamos bajo condenación, con sus castigos y juicios, por el hecho de tratar ligeramente este gran y maravilloso don que nos ha concedido el Señor. Más bien, obtengamos las promesas que se reciben al atesorarlo en nuestro corazón.

En las sección 84, versículos 54 al 58 de Doctrina y Convenios, leemos:

“Y en ocasiones pasadas vuestras mentes se han ofuscado a causa de la incredulidad, y por haber tratado ligeramente las cosas que habéis recibido, “Y esta incredulidad y vanidad han taído la condenación sobre toda la iglesia.

“Y esta condenación pesa sobre los hijos de Sión, sí, todos ellos;

“Y permanecerán bajo esta condenacíon hasta que se arrepientan y recuerden el nuevo convenio, a saber, el Libro de Mormón y los mandamientos anteriores que les he dado, no sólo de hablar, sino de obrar de acuerdo con lo que he escrito,

“A fin de que puedan traer frutos dignos para el reino de su Padre; de lo contrario, queda por derramarse un castigo y juicio sobre los hijos de Sión.” (D&C 84:54-58)

Desde la última conferencia he recibido muchas cartas de los Santos, tanto jóvenes como adultos, de todas partes del mundo, que han aceptado el compromiso personal de estudiar el Libro de Mormón.

Me han emocionado sus relatos de cómo el libro ha cambiado su vida y cómo se han acercado más al Señor como resultado de su dedicación. Estos gloriosos testimonios le han reafirmado a mi alma las palabras del profeta José Smith de que el Libro de Mormón es verdaderamente “la clave de nuestra religión” y de que el hombre “se acercaría más a Dios por seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro”.

Este es mi ruego, que el Libro de Mormón se convierta en la clave de nuestra vida, en el nombre de Jesucristo. Amén

COMPARTE EL DOLOR

De la forma en que los amigos de Job trataron de consolarlo aprendemos un principio básico sobre lo que es consolar a los demás cuando sufren: la capacidad de ayudar de un consolador no está tanto en su talento para usar las palabras, sino en su capacidad de ser solidario. Esa es la comprensión que Job anhelaba cuando sus amigos trataron de corregirlo.

El Dr. Paul Brand ha expresado esta verdad hermosamente en su libro La obra maestra de Dios. Él escribe: Cuando pregunto a mis pacientes “¿quién le ayudó en su sufrimiento?”, escucho una respuesta extraña e imprecisa. La persona descrita raras veces tiene respuestas suaves y una personalidad alegre y efervescente. Es una persona callada, comprensiva, que escucha más de lo que habla, que no juzga y ni siquiera ofrece mucho consejo. “La sensación de paciencia.” “Alguien que estaba presente cuando lo necesité.” Una mano que tomar. Un abrazo comprensivo y perplejo. Un nudo en la garganta compartido.”

A veces, al esforzarnos tanto para decir lo correcto olvidamos que el lenguaje de los sentimientos habla mucho más alto que nuestras palabras. Hay momentos en que lo mejor que podemos hacer es «llorar con los que lloran» (Romanos 12:15).

El primer paso para ayudar a otros en sus angustias es compartir su dolor (2 Corintios 1:3-4).

Romanos 12:15.
. . . llorad con los que lloran. -

El poder transformador de la fe y el carácter

Richard G. Scott

Of the Quorum of the Twelve Apostles



Richard G. Scott
Una vida recta y constante produce un poder y una fortaleza interiores que resisten permanentemente la influencia corrosiva del pecado y la transgresión.

Cuando la fe se entiende y se utiliza apropiadamente, tiene resultados de alcance extraordinario. Ese tipo de fe puede transformar la vida de una persona de actividades diarias sentimentales y corrientes a una sinfonía de gozo y felicidad. El ejercicio de la fe es vital para el plan de felicidad del Padre Celestial. Pero la verdadera fe, la fe para salvación, se centra en el Señor Jesucristo, es la fe en Sus doctrinas y enseñanzas, fe en la guía profética del ungido del Señor, fe en la capacidad de descubrir características y rasgos escondidos que pueden transformar la vida. Verdaderamente, la fe en el Salvador es un principio de acción y poder.

La fe es un elemento básico fundamental de la creación. Estoy seguro de que el Salvador Jesucristo utiliza la fe en Su capacidad para actuar bajo la dirección del Padre Celestial. El Maestro la utilizó para crear las galaxias más remotas así como para componer los quarks, las partículas de materia más pequeñas que conocemos en la actualidad. Sin embargo, tengo fe de que aún hay elementos básicos más pequeños en la maravilla de la creación.

La fe en el futuro se demuestra cuando una pareja se sella en el templo. Los integrantes de ella comprenden que por medio de la obediencia a las enseñanzas de Jesucristo y al plan de felicidad de nuestro Padre Celestial, pueden tener una vida dichosa juntos; ellos reconocen que cuando vengan los desafíos que procuran ser oportunidades de progreso, hallarán formas, impulsados por el Espíritu Santo, para superarlos de modo que sean productivos y edifiquen el carácter.

La fe y el carácter están íntimamente relacionados. La fe en el poder de la obediencia a los mandamientos de Dios forjará fortaleza de carácter que estará a tu alcance en tiempos de urgente necesidad. Ese tipo de carácter no se obtiene en momentos de grandes desafíos o tentaciones; allí es cuando se deberá utilizar. El ejercicio de la fe en los principios verdaderos edifica el carácter y, el carácter fortalecido expande tu capacidad para ejercer más fe. Como resultado, aumenta tu capacidad y confianza para superar las pruebas de la vida. Cuanto más se fortalezca tu carácter, mayor será tu capacidad de beneficiarte al ejercer el poder de la fe; descubrirás cómo la fe y el carácter interactúan para fortalecerse mutuamente. El carácter se teje pacientemente con los hilos de los principios, la doctrina y la obediencia puestos en práctica.

El presidente Hugh B. Brown dijo: “Dondequiera en la vida que haya grandes valores espirituales disponibles para el hombre, sólo por fe se pueden adquirir. El hombre no puede vivir sin fe, puesto que en la aventura de la vida el problema principal es la edificación del carácter, que no es el producto de la lógica, sino de la fe en ideales y la devoción sacrificada hacia ellos” (en Conference Report, octubre de 1969, pág. 105). Ejercemos la fe al obrar. José Smith dijo que “la fe es un principio de acción y de poder” (Leales a la Fe, 2004, pág. 90).

Llegamos a ser lo que queremos ser, al ser constantemente, cada día, lo que queremos llegar a ser. Un carácter recto es una manifestación preciada de lo que estás llegando a ser. Un carácter recto es más valioso que cualquier otro objeto material que poseas, cualquier conocimiento que hayas obtenido por medio del estudio o cualquier meta que hayas logrado, sin importar lo valorados que sean por la humanidad. En la vida venidera, se evaluará tu carácter recto para determinar cuán bien utilizaste el privilegio de la vida mortal.

Ni Satanás ni ningún otro poder pueden destruir ni menoscabar tu carácter en crecimiento; sólo tú puedes hacerlo por medio de la desobediencia. Un carácter excelente se convierte en cenizas sin valor cuando lo erosiona el engaño o la transgresión.

Un firme carácter moral resulta de las decisiones correctas y constantes durante las dificultades y pruebas de la vida. Dichas decisiones se toman confiando en cosas en las que se cree y que, cuando se actúa en consecuencia, las mismas se confirman.

¿Cuáles son algunos de los principios habilitantes sobre los cuales se basa la fe?

  • Confiar en Dios y en Su buena disposición para brindar ayuda cuando sea necesario, no importa cuán difíciles sean las circunstancias.

  • Obedecer Sus mandamientos y una vida que demuestre que Él puede confiar en ti.

  • Ser sensible a los tenues susurros del Espíritu Santo.

  • Poner en práctica con valentía la inspiración recibida.

  • Paciencia y comprensión cuando Dios permite que te esfuerces para que progreses y cuando las respuestas llegan poco a poco durante un largo lapso de tiempo.

“La fe es las cosas que se esperan y no se ven; por tanto, no contendáis porque no veis, porque no recibís ningún testimonio sino hasta después de la prueba de vuestra fe” (Éter 12:6). Por eso, cada vez que pruebes tu fe —o sea, actúes con dignidad según una impresión— recibirás la evidencia confirmadora del Espíritu. Al caminar hacia el límite de tu entendimiento, internarte en las penumbras de la incertidumbre y ejercer la fe, serás guiado a encontrar soluciones que de otra forma no hallarías. A pesar de la firmeza de tu fe, Dios no siempre te recompensará de inmediato de acuerdo con tus deseos. Más bien, Dios te responderá con lo que, según Su plan eterno, sea lo mejor para ti, en el momento de mayor provecho. Agradece que a veces Dios te deje esforzarte por mucho tiempo antes de que llegue la respuesta. Eso hace que tu fe aumente y se desarrolle tu carácter.

El fundamento del carácter es la integridad. Un carácter digno fortalecerá tu capacidad para reconocer la guía del Espíritu y ser obediente a ella. El ejercicio constante de la fe establece un carácter firme. Un fundamento seguro de tu carácter en formación es hacer que Jesucristo y Sus enseñanzas sean el centro de tu vida.

Tu felicidad en la tierra, al igual que tu salvación eterna, requieren muchas decisiones correctas, ninguna de las cuales es difícil de tomar. Juntas, esas decisiones forjan un carácter resistente a las influencias corrosivas del pecado y la transgresión. Un carácter noble es como una preciada porcelana hecha de materia prima selecta, moldeada con fe, trabajada cuidadosamente mediante actos constantes de rectitud y forjada en el horno de experiencias que elevan el espíritu. Es un objeto de gran belleza y de valor incalculable; sin embargo, puede dañarse en un instante mediante la transgresión, y entonces requerirá un esfuerzo prolongado y doloroso para volver a crearlo. Cuando se protege mediante el autocontrol, el carácter recto perdurará por la eternidad.

Las cosas materiales por sí solas no brindan felicidad ni satisfacción, ni el gozo de la realización en la tierra; ni tampoco nos llevan a la exaltación. Es la nobleza de carácter, esa estructura de fortaleza y convicción interiores entretejida por un sinnúmero de decisiones rectas, lo que da dirección a la vida. Una vida recta y constante produce un poder y una fortaleza interiores que resisten permanentemente la influencia corrosiva del pecado y la transgresión. Tu fe en Jesucristo y la obediencia a Sus mandamientos fortalecerán tu carácter. Tu carácter es una medida de lo que estás llegando a ser; es la evidencia de cuán bien están utilizando tu tiempo en la tierra en este período de probación mortal.

Un principio que todos entendemos es que recibimos aquello por lo que hemos pagado. Eso es verdad también en los asuntos espirituales. Recibes lo que hayas pagado en obediencia, en fe en Jesucristo y en la aplicación diligente de las verdades que aprendes. Lo que obtienes es el moldeado de tu carácter, el aumento de tu capacidad y la finalización con éxito de tu propósito aquí en la tierra de ser probado y tener gozo.

En la vida no puedes ser pasivo o de lo contrario, con el tiempo, el hombre natural socavará tus esfuerzos por vivir dignamente. Llegas a ser lo que haces y lo que piensas. La falta de carácter lleva a una persona que está bajo presión a satisfacer sus apetitos o a buscar beneficio personal. Tú no puedes ocultar con éxito un carácter débil bajo un manto de fingimiento.

Con el tiempo, es casi seguro que alguien que tome decisiones basándose en las circunstancias cometerá transgresiones graves. No existe una barra de hierro de la verdad que mantenga a esa persona en el camino recto. Continuamente se verá enfrentada a muchas tentaciones sutiles que la alejarán de los mandamientos. Esas decisiones se pueden justificar argumentando que no son tan malas, que socialmente son más aceptables y que amplían el núcleo de amistades. Una persona inteligente sin principios básicos puede adquirir, en ocasiones, logros temporales dignos de admiración. Sin embargo, esos logros son como un castillo de arena, que cuando su carácter se pone a prueba, se desmorona, con frecuencia arrastrando otros logros con él. A pesar del cuidado que un transgresor tenga para mantener oculta la violación a los mandamientos, con el tiempo, casi siempre se llega a conocer públicamente. Satanás mismo se encarga de ello. Él y sus seguidores tienen la determinación de causar todo el daño posible a cada uno de los hijos del Padre Celestial. Una acto de desobediencia o una violación de confianza graves invariablemente hacen que surja la pregunta de si habrá otras. Los demás pierden la fe y la confianza en el carácter de esa persona.

Esta vida mortal es un lugar de probación. La forma en que superes tus desafíos determina la fortaleza que tendrá tu carácter. Tu fe en Jesucristo y en Sus enseñanzas fortalece tu carácter.

He comprobado personalmente que los conceptos tales como la fe, la oración, el amor y la humildad no tienen gran significado ni producen milagros hasta que llegan a ser parte de nosotros por medio de nuestra propia experiencia, con la ayuda de los dulces susurros del Espíritu Santo. En los primeros años de mi vida, me di cuenta de que podía aprender las enseñanzas del Evangelio en forma intelectual y, por medio del poder del razonamiento y del análisis, ver que eran de gran valor. Pero su enorme poder y capacidad para llevarme más allá de los límites de mi imaginación y de mi habilidad no fueron una realidad hasta que la práctica paciente y constante permitió que el Espíritu Santo revelara y expandiera su significado en mi corazón. Descubrí que mientras prestaba servicio a los demás con sinceridad, Dios forjaba mi carácter personal. Él generó en mí una capacidad cada vez mayor para reconocer la guía del Espíritu. La genialidad del plan del Evangelio es que al realizar las cosas que el Señor nos aconseja, se nos da toda la comprensión y toda la capacidad necesarias para proporcionarnos paz y plena satisfacción en esta vida. Del mismo modo, obtenemos la preparación necesaria para la felicidad eterna en la presencia del Señor.

Un testimonio se fortalece por las impresiones espirituales que confirman la validez de una enseñanza o de un acto justo. Con frecuencia, esas impresiones vienen acompañadas de emociones poderosas que traen lágrimas a los ojos y hacen que sea difícil expresarse. Pero el testimonio no es emoción, sino la esencia del carácter entretejida con los hilos de innumerables decisiones correctas. Esas decisiones se toman con fe verdadera en las cosas que creemos y que, al menos al principio, no se ven. Un firme testimonio nos da paz, consuelo y seguridad; genera la convicción de que, cuando las enseñanzas del Salvador se obedecen en forma constante, la vida será hermosa, el futuro será seguro y tendremos la capacidad para vencer los desafíos que se crucen en nuestro camino. Un testimonio crece al comprender la verdad, la cual emana de la oración y la meditación de la doctrina de las Escrituras; y se nutre al vivir esas verdades con fe, anclados en la seguridad misma de que los resultados prometidos se obtendrán.

Tu testimonio se fortalecerá mediante la obediencia sumisa a la ley del diezmo y al dar ofrendas de ayuno, y el Señor te bendecirá abundantemente por ello. A medida que tu testimonio se fortalezca, Satanás tratará de tentarte con más ahínco. Resiste sus avances. Tú serás más fuerte y su influencia en ti, más débil.

La creciente influencia de Satanás en el mundo se permite para proporcionar un ambiente en el cual ser probados. A pesar de causar gran confusión en la actualidad, el destino final de Satanás fue determinado por Jesucristo mediante Su expiación y la resurrección. El diablo no triunfará, incluso ahora debe actuar dentro de los límites que ha impuesto el Señor. Él no puede quitar ninguna bendición que alguien haya ganado; no puede alterar el carácter que se ha formado por medio de decisiones correctas; no tiene el poder para destruir los vínculos eternos forjados en un santo templo entre esposo, esposa e hijos; Él no puede apagar la fe verdadera ni quitarte el testimonio. Es verdad que estas cosas se pueden perder al sucumbir a la tentación, pero él no tiene poder para destruirlas por sí mismo.

Para resumir:

  • Dios utiliza la fe para moldear tu carácter.

  • El carácter es la manifestación de lo que estás llegando a ser.

  • Un carácter firme es el resultado de tomar decisiones correctas y constantes.

  • El fundamento del carácter es la integridad.

  • Cuanto más se fortalezca tu carácter, más podrás ejercer el poder de la fe.

La humildad es esa cualidad que permite que se nos enseñe de lo alto por medio del Espíritu o de fuentes que se originaron por inspiración del Señor, tales como las Escrituras y los comentarios de los profetas. La humildad es la preciada y fértil tierra de un carácter recto. En ella germinan las semillas del progreso personal que, al cultivarlas por el ejercicio de la fe, podarlas mediante el arrepentimiento y fortalecerlas mediante la obediencia y las buenas obras, producen el atesorado fruto de la guía espiritual. Entonces, vienen la inspiración y el poder divinos, la inspiración para saber la voluntad del Señor y el poder que proporciona la capacidad para cumplir con ella.

Permíteme compartir cuatro principios que han traído profundos sentimientos de paz y felicidad a mi vida. El Señor ha establecido estas piedras angulares en Su plan eterno; cada una de ellas es esencial y todas ellas trabajan en armonía y se ratifican una a la otra. Cuando se aplican con diligencia y regularidad, producen fortaleza de carácter y aumentan la capacidad para convertir los desafíos de la vida en peldaños hacia a felicidad ahora y para siempre. Son:

  • Fe en el Señor Jesucristo y en Su programa para adquirir el poder de lograrlo.

  • Arrepentimiento para rectificar las consecuencias de los errores de omisión o de comisión.

  • Obediencia a los mandamientos del Señor con el fin de proporcionar fortaleza y dirección a nuestra vida.

  • Servicio desinteresado para enriquecer la vida de los demás.

Si has tomado la determinación de vivir con rectitud, no te desanimes. La vida puede parecer difícil ahora, pero sujétate firmemente a esa barra de hierro de la verdad. Estás progresando más de lo que supones. Tus dificultades definirán tu carácter, disciplina y confianza en las promesas de tu Padre Celestial y en el Salvador a medida que obedeces Sus mandamientos en forma constante. Que el Espíritu Santo te inste a tomar siempre decisiones que fortifiquen tu carácter y te brinden gozo y felicidad. En el nombre de Jesucristo. Amén.

 

Limpiemos el vaso interior

Boyd K. Packer

President of the Quorum of the Twelve Apostles

En ninguna otra parte se manifiestan más la generosidad, la bondad y la misericordia de Dios que en el arrepentimiento.

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Esta conferencia general se convocó en una época en la que hay tanta confusión y tanto peligro que nuestros jóvenes casi no saben el camino por el que deben andar. Habiendo sido amonestados mediante las revelaciones de que sería así, a los profetas y apóstoles siempre se les ha mostrado qué hacer.

El Señor le reveló al profeta José Smith “que todo hombre hable en el nombre de Dios el Señor, el Salvador del mundo”1. Cuando se restauraron las llaves, disponían que la autoridad del sacerdocio estuviese presente en todo hogar a través de los abuelos, los padres y los hijos.

Hace quince años, con el mundo en caos, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles emitieron “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, la quinta proclamación en la historia de la Iglesia. Es una guía que los miembros de la Iglesia harían bien en leer y seguir.      

Declara, en parte: “Nosotros, la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, solemnemente proclamamos que el matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios y que la familia es fundamental en el plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos”2.      

“…los Dioses descendieron para organizar al hombre a su propia imagen, para formarlo a imagen de los Dioses, para formarlos varón y hembra.

“Y dijeron los Dioses: Los bendeciremos. Y… [h]aremos que fructifiquen y se multipliquen, y llenen la tierra y la sojuzguen”3.     

Este mandamiento nunca se ha anulado.

“…y con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare”4.   

Se ha dispuesto que seamos felices, porque “existen los hombres para que tengan gozo”5.

Lehi enseñó que los hombres son libres y deben ser “libres… para actuar por sí mismos, y no para que se actúe sobre ellos, a menos que sea por el castigo de la ley en el grande y último día”6.     

El antiguo refrán: “El Señor está votando por mí, y Lucifer está votando contra mí, pero es mi voto el que cuenta”, describe una convicción doctrinal de que nuestro albedrío es más poderoso que la voluntad del adversario. El albedrío es de gran valor; de manera imprudente y ciega podemos cederlo, pero no nos lo pueden quitar a la fuerza.     

Existe también una antigua excusa: “El diablo me forzó a hacerlo”. ¡No es así! Él puede engañarlos y embaucarlos, pero no tiene el poder de obligarlos a ustedes ni a nadie más a transgredir o a mantenerlos en transgresión.

El que se nos encomiende el poder de crear vida conlleva los más grandes gozos y las más peligrosas tentaciones. El don de la vida mortal y la capacidad de crear otras vidas es una bendición divina. Mediante el uso debido de este poder, como en ninguna otra cosa, podemos asemejarnos a nuestro Padre Celestial y sentir una plenitud de gozo. Este poder no es algo de menor importancia del plan de felicidad; es la clave… la clave misma.     

Ya sea que utilicemos este poder como lo requieren las leyes eternas o que rechacemos su propósito divino determinará lo que lleguemos a ser. “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”7.

Se percibe un sentimiento de liberación cuando una persona toma la determinación por sí misma de ser obediente a nuestro Padre y a nuestro Dios y le expresa esa disposición por medio de la oración.     

Cuando obedecemos, podemos disfrutar esos poderes en el convenio del matrimonio. De nuestras fuentes de vida emanarán nuestros hijos, nuestra familia. El amor entre el esposo y la esposa puede ser constante y traer realización y satisfacción todos los días de nuestra vida.      

Si a alguien se le niegan esas bendiciones en la mortalidad, la promesa es que éstas se les proporcionarán en el mundo venidero.

El amor puro implica que únicamente después de una promesa de fidelidad eterna, de una ceremonia legal y lícita, y preferiblemente después de la ordenanza de sellamiento en el templo, se liberan esos poderes que dan vida para la plena expresión del amor. Se ha de compartir única y exclusivamente entre el hombre y la mujer, el esposo y la esposa, con el que será nuestro compañero para siempre. El Evangelio es sumamente claro en cuanto a esto.      

Somos libres de no hacer caso a los mandamientos, pero cuando en las revelaciones se habla en términos tan directos, como “no harás”, vale más que prestemos atención.    

El adversario tiene celos de todos los que tienen el poder de procrear. Satanás no puede procrear; es impotente. “…él busca que todos los hombres sean miserables como él”8. Él trata de degradar el debido uso de los poderes procreadores tentándolos a ustedes para que sostengan relaciones inmorales.     

El Señor utilizó la expresión “es semejante” a fin de crear una imagen que Sus seguidores pudieran entender, tales como:

“…el reino de los cielos es semejante al mercader”9.     

 “…el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo”10.

En nuestros días, la terrible influencia de la pornografía es semejante a una plaga que se está extendiendo por todo el mundo, infectando a uno aquí y a uno allá, tratando implacablemente de invadir cada hogar, con más frecuencia a través del esposo y padre. El efecto de esta plaga puede ser espiritualmente fatal y, lamentablemente, con frecuencia lo es. Lucifer trata de estropear el “gran plan de redención”11, “el gran plan de felicidad”12.     

La pornografía siempre rechazará el Espíritu de Cristo e interrumpirá las comunicaciones entre nuestro Padre Celestial y Sus hijos, y deteriorará la tierna relación entre el esposo y la esposa.      

El sacerdocio posee el poder supremo; los puede proteger de la plaga de la pornografía —y es una plaga— si están cediendo a su influencia. Si la persona es obediente, el sacerdocio puede demostrar la manera de cambiar un hábito e incluso borrar una adicción. Los poseedores del sacerdocio tienen esa autoridad y deben emplearla para combatir malas influencias.    

 Levantamos una voz de alarma y advertimos a los miembros de la Iglesia que despierten y se den cuenta de lo que está pasando. Padres, estén alerta, siempre vigilantes, no sea que esta maldad amenace su círculo familiar.     

Nosotros enseñamos una norma de conducta moral que nos protegerá de muchos de los substitutos o de las falsificaciones del matrimonio provenientes de Satanás. Es preciso que entendamos que cualquier persuasión que se haga para entrar en cualquier relación que no esté en armonía con los principios del Evangelio, debe ser inapropiada. Del Libro de Mormón aprendemos que “la maldad nunca fue felicidad”13.     

Algunos suponen que fueron programados con anterioridad y que no pueden superar lo que consideran tentaciones innatas hacia lo impuro y antinatural. ¡No es así! Recuerden, Dios es nuestro Padre Celestial.     

 Pablo prometió que “Dios… no os dejará ser tentados más de lo que podáis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”14. Ustedes pueden, si lo desean, romper los hábitos, vencer una adicción, y alejarse de lo que no es digno de cualquier miembro de la Iglesia. Como Alma aconsejó, debemos velar y orar incesantemente15.     

Isaías advirtió: “¡Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno, malo; que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!”16.

Hace unos años, visité una escuela en Albuquerque. La maestra me contó de un niño que llevó un gatito a la clase. Como se podrán imaginar, eso desbarató todo. Ella le pidió que pasara al frente para que enseñara el gatito a los niños.    

Todo marchó bien, hasta que uno de los niños preguntó: “¿Es gatito o gatita”?      Para no tener que explicar esa lección, la maestra dijo: “No importa; es sólo un gatito”.

Pero insistieron. Finalmente, un niño levantó la mano y dijo: “Yo sé cómo puedes saberlo”.     

Resignada a hablar del asunto, la maestra dijo: “¿Cómo puedes saberlo?”.

El alumno contestó: “¡Podemos ponerlo a voto!”     

Tal vez se rían de este cuento, pero si no están alerta, hoy día hay personas que no sólo toleran sino que abogan por el voto para cambiar leyes que legalizarían la inmoralidad, como si un voto fuera a cambiar de alguna manera los designios de las leyes y de la naturaleza de Dios. Sería imposible poner en vigor una ley en contra de la naturaleza. Por ejemplo, ¿de qué serviría un voto contra la ley de gravedad?     UAgregar una nota 

Hay leyes tanto morales como físicas “irrevocablemente decretada[s] en el cielo antes de la fundación de este mundo” que no se pueden cambiar17. La historia demuestra una y otra vez que las normas morales no se pueden cambiar mediante el combate ni por votación. El legalizar lo que es básicamente incorrecto o malo no prevendrán el dolor ni los castigos que vendrán con tanta seguridad como que la noche le sigue al día.     

No obstante la oposición, estamos resueltos a persistir hasta el final. Nos apegaremos a los principios y a las leyes y ordenanzas del Evangelio. Si se malinterpretan, ya sea de manera inocente o intencional, así sea. No podemos cambiar; no cambiaremos la norma moral. Rápidamente nos extraviamos cuando desobedecemos las leyes de Dios. Si no protegemos y cuidamos a la familia, la civilización y nuestras libertades necesariamente han de perecer.     

“Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo; mas cuando no hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis”18.

Toda alma recluida en una prisión de pecado, culpabilidad o perversión tiene una llave de la puerta. La llave lleva el rótulo: “arrepentimiento”. Si ustedes saben cómo usar esa llave, el adversario no podrá retenerlos. Los principios gemelos del arrepentimiento y del perdón exceden en fortaleza el asombroso poder del tentador. Si se encuentran atados a una adicción o a un hábito indignos, deben dejar el comportamiento perjudicial. Los ángeles los entrenarán19 y los líderes del sacerdocio los guiarán durante esos tiempos difíciles.     

En ninguna otra parte se manifiestan más la generosidad, la bondad y la misericordia de Dios que en el arrepentimiento. ¿Comprenden el supremo poder purificador de la Expiación que llevó a cabo el Hijo de Dios, nuestro Salvador, nuestro Redentor? “Porque he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se arrepienten20. En ese divino acto de amor, el Salvador pagó los castigos por nuestros pecados para que nosotros no tuviéramos que pagar.    

Para aquellos que en verdad lo deseen, hay una manera de regresar. El arrepentimiento es semejante al detergente; incluso las resistentes manchas del pecado podrán quitarse.     

Los poseedores del sacerdocio llevan consigo el antídoto para quitar las terribles imágenes de la pornografía y para disipar la culpabilidad. El sacerdocio tiene el poder para desatar la influencia de nuestros hábitos, aun para quitar la cadena de la adicción, sin importar lo apretada que esté. Puede sanar las cicatrices de errores pasados.     

No hay palabras más bellas y consoladoras en todas las revelaciones que éstas: “He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más”21.

A veces, incluso después de la confesión y del pago del castigo, la parte más difícil del arrepentimiento es perdonarse a uno mismo. Es preciso llegar a saber que el perdón significa perdón.

“…cuantas veces mi pueblo se arrepienta, le perdonaré sus transgresiones contra mí”22.      El presidente Joseph Fielding Smith me contó sobre una mujer arrepentida que luchaba por encontrar la salida de una vida inmoral. Ella le preguntó qué debía hacer ahora.

A su vez, él le pidió que le leyera, en el Antiguo Testamento, el relato de Lot y de su esposa que se convirtió en una estatua de sal23. Después le preguntó: “¿Qué lección aprendió usted de estos versículos?”.

Ella contestó: “El Señor destruirá a los inicuos”.

“¡No es así!” El presidente Smith dijo que la lección para esa mujer arrepentida y para ustedes es ésta: “¡No mire atrás!”24.      

Aunque parezca extraño, es posible que la prevención y la cura más sencilla y más poderosa para la pornografía, o para cualquier acto impuro, sea no hacerle caso y evitarla. Borren de su mente cualquier pensamiento indigno que trate de arraigarse allí. Una vez que hayan decidido permanecer limpios, estarán reafirmando el albedrío que Dios les dio; y después, como aconsejó el presidente Smith, “No miren atrás”.  

Les prometo que adelante hay paz y felicidad para ustedes y su familia. El objetivo fundamental de toda la actividad en la Iglesia es que el hombre, su esposa y sus hijos sean felices en el hogar. E invoco las bendiciones del Señor sobre ustedes que están luchando contra esta terrible plaga, para que encuentren la curación que está a nuestra disposición en el sacerdocio del Señor. Doy testimonio de ese poder en el nombre de Jesucristo. Amén

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